21 Marzo 2023

Trabajo social: la hermana mayor en nuestro mundo de la intervención social

El trabajo social se desenvuelve hoy y aquí en un contexto de profundos cambios en la sociedad.

Hablo como compañero y colega de muchas trabajadoras y (algunos) trabajadores sociales a lo largo de los años en el mundo de la intervención social. Siento que, en ese mundo, el trabajo social (como área de conocimiento, disciplina, ciencia social, actividad, tecnología y profesión) es la hermana mayor. Y como hermana mayor, a veces, le toca hacerse cargo de las tareas más ingratas. 

Como el resto de las áreas de conocimiento, disciplinas, ciencias sociales, actividades, tecnologías o profesiones involucradas en la intervención social, el trabajo social se desenvuelve hoy y aquí en un contexto de profundos cambios en la sociedad que, a su vez, necesariamente demandan cambios en las áreas de conocimiento, disciplinas, ciencias sociales, actividades, tecnologías o profesiones que llevan el adjetivo social. En nuestro entorno, estos cambios sociales pillan a buena parte del trabajo social ubicado en los servicios sociales de responsabilidad pública. ¿Haciendo qué? 

Se diría que el producto estrella (el más reconocible) que ofrece un buen número de las trabajadoras y trabajadores sociales en los programas de intervención social (fundamentalmente servicios sociales) más próximos o locales es el de un kit de recursos o prestaciones dentro del cual el ingrediente más relevante, demandado y reconocido es el dinero para cubrir gastos de subsistencia material. En cuanto a quienes trabajan en los servicios sociales denominados especializados, que se estructuran más bien en función de determinados perfiles, segmentos o colectivos poblacionales preestablecidos, el producto estrella (el más posicionado y el que consume más recursos) sería el de una atención integral (institución total) que tiende a incluir el ingrediente del alojamiento colectivo. 

En ese contexto, un modelo (si no el modelo) de referencia arquetípico de conjugación del desempeño profesional experto, el ejercicio de la potestad pública y la participación en la gestión administrativa sería el que se da en el personal médico en el sistema público de salud en el momento en el que, en función de un diagnóstico clínico y la subsiguiente prescripción facultativa, se proporciona acceso a una baja laboral y la correspondiente prestación económica. Diríamos que la integración de estas tres funciones o procesos y su ejecución por parte de la o el mismo facultativo tiene sentido en la medida en que sea central el desempeño profesional propio y en que la ejecución de las otras dos funciones presente sinergias con la principal y, desde luego, no la desvirtúe o entorpezca.  

Pues bien, hay un número apreciable de trabajadoras y trabajadores sociales que nunca ha experimentado lo que podría considerarse una carga razonable de trabajo administrativo e incluso nos encontramos con quienes han llegado a asumir que su quehacer es una especie de labor administrativa delimitada sectorialmente. Más que apoyarse en su conocimiento disciplinar lo harían en normas jurídicas. Con todo, posiblemente sea todavía más problemática la erosión del desempeño profesional que proviene de la potestad pública en los casos en los que, de determinadas valoraciones o juicios que realizan profesionales del trabajo social, se deriva el acceso de personas a recursos económicos para la subsistencia material o similares. La entrega dineraria o material es entendida muchas veces por diferentes partes (personas destinatarias, responsables políticas e incluso profesionales de la intervención social) como la oferta principal que el sistema pone a disposición de algunas personas, convirtiéndose, paradójicamente, la intervención social propiamente dicha en una aportación secundaria. Sin estar claro muchas veces, por otra parte, cuál sería la finalidad definitoria de esa intervención social, es decir, cuál sería ese pretendido resultado de la intervención que tendría como efecto secundario que cesara la necesidad o demanda de dinero (o similares) por parte de la persona atendida. 

En realidad, la situación descrita no es sino una expresión de una encrucijada estratégica y quizás existencial en la que se encuentra el mundo de la intervención social en nuestro país. La política pública de servicios sociales no puede actuar como si dispusiera de una caja negra disciplinar, tecnológica y profesional asentada, ordenada y engrasada y de un sistema maduro de investigación, sistematización, desarrollo, supervisión, mejora e innovación. Las áreas de conocimiento, disciplinas, ciencias sociales, actividades, tecnologías y profesiones de la intervención social no pueden suponer que trabajan desde y para una industria de la acción social consolidada, prometedora o emergente. Estos y otros agentes debemos actuar en este momento con compromiso ético, inteligencia estratégica, esfuerzo cooperativo, rigor procedimental, capacidad creativa y altura de miras para sostener y alumbrar la intervención social universal, personalizada, preventiva, eficaz, eficiente, relacional, integrada, participativa, colaborativa y comunitaria que nuestra ciudadanía necesita. 

Ahí, de nuevo, el trabajo social está llamado a actuar con la responsabilidad, compromiso y generosidad que se espera de la hermana mayor.