04 Febrero 2020

La exclusión social de las familias con hijos

La vivencia de situaciones de pobreza crónica durante la infancia multiplica el riesgo de sufrirla en la edad adulta.

Aunque la infancia, como la población en general, ha mejorado su situación con respecto a 2013 aún estamos lejos del contexto que se vivía antes de la crisis. Por otro lado, los datos desagregados por edad sitúan a la infancia como el grupo más vulnerable y a los hogares con menores a cargo en una situación de desventaja con respecto al resto.

La mayor vulnerabilidad de las familias con hijos

La presencia de menores en el hogar incrementa el riesgo de caer en exclusión. En el actual escenario el 21% de los hogares con menores a cargo se encuentran en situación de exclusión (el 16% en los hogares sin menores), y esa cifra se eleva hasta el 28% cuando se trata de un hogar monoparental y al 33% si hablamos de familias numerosas.

El ámbito de la vivienda, el entorno físico en el que la infancia se desarrolla, vuelve a mostrar una realidad de carencias y necesidades no resueltas. El 13% de los niños y niñas crecen en viviendas inadecuadas por deficiencias en la infraestructura, ausencia de suministros, hacinamiento, etc. Y el 6% lo hacen en viviendas inseguras, es decir, sin título legal, con notificación de abandono o en un hogar con violencia.

Esta idea se refuerza tras el análisis de algunos indicadores que hacen referencia a las privaciones que se viven en los hogares del país. En todos los casos el porcentaje de familias con menores a su cargo que se ven afectadas por dichos indicadores son siempre superiores comparados con aquellos hogares donde no hay menores. Así, por ejemplo, el 10% de los hogares con menores no consiguen llevar una dieta adecuada debido a dificultades económicas, frente al 6% de los hogares sin menores. Igualmente, en lo que respecta a los servicios básicos de la vivienda, las diferencias entre los hogares con o sin menores a cargo que han tenido avisos de cortes de luz, agua o teléfono es de más del doble; el 12% de los hogares con menores frente al 5% en los hogares donde no hay menores.

La dificultad de los hogares para llegar a fin de mes es otro aspecto que registra diferencias sustanciales. Casi una tercera parte de los hogares con menores a cargo (29%) expresan dificultades graves para llegar a fin de mes frente a un 21% cuando en los hogares no vive ningún menor. Así pues, parece evidente que las economías familiares se resienten cuando se dan procesos de crianza y esto se corrobora en el análisis de la acumulación de deudas. El 7% de los hogares con menores tienen deudas (alquiler, hipoteca, suministros, impuestos, créditos, etc.) que no podrán solventar en el próximo año frente al 2% en hogares sin menores.

La necesaria inversión en educación y en políticas familiares

Ante este panorama de elevados porcentajes de exclusión y pobreza en la infancia, el nivel de estudios vuelve a presentarse como una de las posibles tablas de salvación ya que la probabilidad de caer en situaciones de exclusión es más de tres veces menor entre la población universitaria que entre la que no cuenta con los estudios obligatorios. Por tanto, las inversiones públicas en educación son claves en la construcción de una sociedad cohesionada y por la contra es significativamente preocupante el dato recogido este 2018 según el cual el 11% de los hogares con menores afirman haber presentado dificultades económicas para hacer frente a la compra de materiales escolares.

La EINSFOESSA apunta a las crecientes dificultades que tiene una generación que ha vivido su infancia en un hogar en situación de pobreza para revertir esa dinámica y ascender en el estatus socioeconómico con relación a la generación precedente, el riesgo de pobreza o de exclusión de los adultos que habían sufrido dificultades económicas en la infancia duplican las de la media de la población.

Por tanto, teniendo en cuenta que la vivencia de situaciones de pobreza crónica durante la infancia multiplica el riesgo de sufrirla en la edad adulta y que las cifras de exclusión de nuestra infancia actual son especialmente altas, obtenemos un panorama ciertamente desalentador para el futuro de nuestra sociedad y la cohesión de la misma que necesita del esfuerzo de todos, y especialmente de las políticas sociales familiares, para evitar que las situaciones de pobreza y exclusión se hagan crónicas.