08 Marzo 2023

En el día de la mujer celebramos los pasos dados y tomamos fuerza para seguir avanzando

Continuamos la lucha contra las desigualdades que sufrimos las mujeres.

A pesar de los avances logrados en materia de igualdad de género, aún queda recorrido, tal y como demuestran los datos, así como la observación que podemos realizar a nuestro alrededor en el día a día. Nos centraremos en este artículo solo en algunos elementos. 

Por ejemplo, es notable el aumento de hogares en los que la persona que más ingresos aporta al hogar, es decir, la sustentadora principal (SP), es una mujer: entre 2007 y 2021, la presencia de hogares con sustentadora principal mujer ha ido aumentando de forma significativa, pasando del 21,9% en 2007 al 36,5% en 2021 según datos de la Encuesta sobre Integración y Necesidades Sociales de FOESSA publicada en 2022 (EINSFOESSA21 en adelante). Dado que la población española según sexo tiene una división muy similar al 50/50, este solo dato ya nos está hablando de desigualdad y nos hace preguntarnos qué hay detrás de esa diferencia que, en definitiva, no deja de aludir al nivel de ingresos de unos y otras.

Si establecemos una comparación, ¿tienen las mismas condiciones los hogares encabezados por mujeres que los sustentados por hombres? La respuesta es que no, pues la pobreza severa es un 57% mayor en los hogares con SP mujer respecto a los encabezados por hombres. Esta pobreza es más acusada cuanto más joven es la mujer que lleva el peso del hogar.

Entre otros motivos, esto se debe a la desigualdad que existe en el mercado laboral. Para empezar, los sectores más feminizados, llamados así porque la mayoría de trabajadoras son mujeres, tienen mayores índices de precariedad, temporalidad y parcialidad (según datos de la EPA más del 70% de los contratos a tiempo parcial del último trimestre de 2022 son de mujeres).

Algunos ejemplos de estos empleos son el de las trabajadoras de hogar, labores de limpieza, enseñanza, auxiliar de enfermería, trabajos de cuidados. Incluso sin mirar únicamente a estos sectores profesionales, según la Encuesta Anual de Estructura Salarial del INE para el año 2020, la ganancia media anual por persona trabajadora es 5.000€ inferior entre las mujeres. Además, esta encuesta pone de manifiesto que el 27% de las mujeres ocupadas cobran como máximo el salario mínimo interprofesional en 2020 (13.300€). Entre los hombres, este porcentaje es menos de la mitad: el 12%.

Pero las desigualdades no acaban aquí, sino que continúan y dialogan con lo que ocurre con el trabajo no remunerado: en su libro La riqueza invisible del cuidado (2018), María Ángeles Durán señalaba que “las mujeres siguen haciendo en torno al 80% del trabajo no remunerado de cuidados”. Y la pandemia y el confinamiento no alteraron la tradicional divisional sexual del trabajo doméstico y de cuidado, sino que las mujeres siguieron asumiendo mayor carga de trabajo reproductivo. Recordemos que esto conlleva un extra de carga mental que también recae sobre las mujeres cuando tienen que pensar en la logística para el buen funcionamiento familiar, lo que va desde saber qué alimentos hay disponibles en la nevera y la “cuenta” del menú semanal, las actividades extraescolares, horarios de todos los miembros del hogar, citas médicas y otras, etc. 

También está el cuidado de las personas dependientes de más edad. La encuesta EDAD (INE) muestra que las principales cuidadoras de las personas en situación de dependencia en los hogares siguen siendo las mujeres: un 27,3% de este colectivo recibe, de forma principal, atención de sus hijas mujeres, frente a la cifra de un 13,3% de los hijos varones. 

Y, fuera del hogar, “el miedo aprendido de las mujeres limita el uso que hacen del espacio público en determinados contextos, como los lugares de ocio nocturno y las fiestas. Por ello es importante apoyar el empoderamiento de las mujeres y darles herramientas de autodefensa y autoprotección que deconstruyan el miedo aprendido que a menudo las paraliza o limita” (Cabrera et al., 2023: 101).

Todo esto deriva a que, en términos generales, el 26% de hogares encabezados por mujeres están en situación de exclusión social frente al 18% de hogares en los que el SP es un hombre.

Por tanto, celebramos los pasos dados y que eso nos de fuerza para seguir avanzando hacia una sociedad más justa e igualitaria en la que los cuidados no sean solo hacia uno/a mismo/a, sino hacia todas las demás personas, en la que el empleo nos permita vivir en unas condiciones dignas, en la que el valor social no esté asociado a lo monetario o sea diferente según ciertos rasgos o características personales no elegidas. Una sociedad en la que sintamos que ellas, esas mujeres de las que hablamos y damos números en abstracto, somos nosotras.